miércoles, 14 de octubre de 2009

El BAC y Argentina - Uruguay


Hoy evidentemente no es un día de rugby. Toda nuestra atención estará centrada en el partido que se jugará a las 19 hs en el Estadio Centenario de Montevideo entre los seleccionados de futbol de Argentina y Uruguay.

Pero como “todo tiene que ver con todo” (como decía Pancho Ibañez), veremos que nuestro tan querido Belgrano Athletic Club tiene una historia muy particular en relación al clásico rioplatense.

Es así que ayer se publicó en el diario Olé una nota que cuenta la historia de dicho clásico y en donde tiene una participación relevante un ex jugador y socio de nuestro Club.

Aquí la historia:

SELECCION/URUGUAY-ARGENTINA

Ponelo a Dickinson

Olé te cuenta la historia del clásico Uruguay-Argentina y recuerda al primer héroe que tuvo nuestra Selección: Carlos Edward Dickinson, volante de Belgrano que convirtió el primer gol de los nuestros en el debut oficial: 6-0 ante los charrúas.

Unos cuántos perales detrás de un arco. Otros tantos bambúes del lado opuesto. La suave correntada del arroyo Quitacalzone en el ambiente... Zona frondosa, de quintas, de clases acomodadas, Paso Molino, a la salida de un Montevideo de alrededores vírgenes. Pero futboleros. Allí, en el field del Albion Fútbol Club (levantada por una empresa de tranvías), se encontró Carlos Edgard Dickinson con la historia a sus pies. En la ya inexistente cancha encuadrada entre la Avenida 19 de Abril, Gaetán, Hermanos Ruiz y Alfredo Berro (y entendida como el primer estadio de fútbol propiamente dicho, con palco de madera english style, tribunas, ¡y hasta baño de damas!), un 20 de julio de 1902, un porteño volante izquierdo –dentro del 2-3-5 de la época- comenzaba a ser leyenda. Tenía 31 cuando este capitán del Belgrano Athletic Club (sí, el mismo que hoy participa en rugby, en los torneos de la URBA), a los 15 minutos de juego, convirtiese ante los uruguayos, ni más ni menos, que el primer gol de la Selección argentina en su vida... Era el protofútbol. Las canchas no tenían siquiera medialuna en el área. ¡Ni la Fifa existía! Y es más. Esa tarde de otoño, ni Uruguay era la Celeste (recién la sería desde 1910) ni Argentina la Celeste y Blanca...

Tres veces campeón de Liga (1899, 1904 y 1908) y una de Copa Competencia (1900) con Belgrano, su único club (tercero en popularidad detrás de Alumni y Quilmes, según una encuesta del Buenos Aires Herald), Dickinson, hijo de una familia inglesa de muy buen pasar y ciudadano, por un par de años, de Inglaterra y Suiza, no sólo se dedicaba a los Business agropecuarios. El fútbol le encantaba (fue elegido, también por el voto de los lectores del BAH, como el 5° mejor player de la Liga). El club también. Llegó a jugar, otros tiempos, aun siendo el vicepresidente del Consejo Superior de la vieja AFA (como si hoy, José María Aguilar, el 2, defendiese la camiseta de River) y capo del Comité de Finanzas y de Apelaciones. Se puso –como su hermano Alfredo Lorenzo- seis veces la pilcha de la Selección (cinco veces ante los charrúas y una en Río frente a Brasil). Y hasta fue capitán. Su gol, sin embargo, tuvo mucho más peso. Sucedió en el debut de un combinado de la Argentina Association Football League frente a su par uruguayo, en lo que fuera considerado el primer partido de la Selección. Y ocurrió, justamente, en Montevideo. Ante 8.000 espectadores (un millar llegados en ferry desde Buenos Aires), Dickinson hizo lo suyo en el estruendoso 6 a 0 (con goles, además, de Morgan, Anderson, Brown, Arimalo y Carve Urioste, estos dos últimos en contra). Era una Selección compuesta por cinco jugadores del mítico Alumni, dos de Quilmes, dos de Belgrano, uno de Barracas y uno de Lomas, once que vistieron casaca celeste, pantalones blancos y medias negras. Ojo, y no se le ganó a cualquiera. En los primeros 30 años de la selección uruguaya, los vecinos consiguieron dos títulos olímpicos, una copa del mundo y seis Copa América...Allá lejos y hace tiempo comenzó el periplo que mañana ofrecerá una nueva escala en el Centenario. El Grand Stadium, como fue bautizado mediáticamente tras su inauguración, basado en la moderna arquitectura holandesa –similar al Olímpico de Amsterdam- ya era otra cosa. Fue levantado –bajo la cabeza creativa del arquitecto Juan A. Scasso- por 1.100 obreros que trabajaban en triple turno y construido, a las corridas, para el Mundial del 30 en el viejo Campo Chivero, en el actual Parque Battle y Ordoñez, en escasos 362 días (con un costo de 762.000 dólares de la época) y con una capacidad de 89.000 espectadores. En el centro de Montevideo se enclava este monumento histórico del fútbol mundial (según la cocarda de Fifa), capital de un país que vio pasar 75 clásicos rioplatenses, derby que conoció 17 ciudades en todo el mundo: Buenos Aires, Avellaneda y La Plata (Argentina), Montevideo y Paysandú (Uruguay), Río, Porto Alegre y Goiania (Brasil), Santiago y Viña del Mar (Chile), Lima y Piura (Perú), Guayaquil (Ecuador), Luque (Paraguay), Puebla (México), Amsterdam (Holanda) y Florencia (Italia). Encima, se enfrentaron por 22 competencias distintas, de todo tipo, color y tamaño. Eso sí, ponerse de acuerdo con el engorroso historial cuesta. Depende de los criterios del estadístico de turno. Pero los números igual favorecen a la Argentina. Como en la tabla de posiciones de la presente Eliminatoria.

El Belgrano Athletic, nacido un 14 de agosto de 1896 y que desapareció del viejo fútbol de Primera en 1916, trocó con el tiempo la redonda por la ovalada. Los colores también se modificaron. Los footballers de aquel tiempo usaban camisetas marrones y verdes a rayas verticales (separadas apenas por una tirita blanca) y, en la última parte de sus comienzos, disputaban sus matches en el terreno actual de la calle Virrey del Pino. El marrón y el amarillo todavía no estaba en los planes. Pero cambia, todo cambia. El Albion, del otro lado del Río, también fue metamorfoseándose. Hoy integra la Liga Metropolitana Amateur, una suerte de Primera B argenta. Y en otro barrio. Sólo le quedó el nombre. Aquella canchita inglesa de Paso Molina ya es urbe. Es cemento. Todo cambia. Dickinson falleció hace 54 años. Pero su herencia, poco reconocida, no dejará de cruzar el charco. Y los tiempos. Ponelo a Carlos, Diego. Poné a su espíritu. Ponelo ya.

Fuentes
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"Montevideo, la Ciudad del Fútbol" (Luis Prats)
-"Cien años de Fútbol" (Franklin Morales)
-"Historia del Fútbol Amateur en la Argentina" (Jorge Iwanczuk)
-"Un siglo de Selección" (Oscar Barnade, Clarín)

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