viernes, 24 de junio de 2011

¿Vos sabes lo que era no poder salir una sábado a la noche a fines de los 50?


El tema de Olivos me trajo a la memoria aquellos tiempos donde, todos éramos muy pendex, aprovechábamos cualquier oportunidad para venir al Club.
Eran tiempos donde, a falta de una televisión variada (la de entonces era en blanco y negro y había un solo canal), sin shoppings, pubs como los actuales, esos que hoy vienen con minas adentro, y otras yerbas, el Club era la única oportunidad de juntarse y planear alguna “escapada”.
En esa época el Gerente era un señor inglés, gordo y, para mis ojos de aquellos tiempos, gigante. El era el amo y señor de todos nosotros y, si te hacías el piola, aunque fuera una pequeña travesura, te mandaba a casa con un “ señor, ¡váyase ya! y, sin siquiera chistar o mirarlo a los ojos, salíamos disparados y sin preguntar cuando se levantaría la sentencia.
También había diferencias en el Club House. A diferencia del actual, en aquel tiempo solo había un bar y comedor, en la planta baja, la secretaría, administración y el salón de la Comisión Directiva, en el primero, y varios dormitorios donde vivían los “residents”, en el segundo.
¿Quienes eran los residents? De origen británico, ya mayores y , en su mayoría, gerentes de empresas extranjeras. Ellos vivían una vida, ahora que pasaron los años la puedo valorar, feliz y solitaria adentro del Club, sin ninguna “presión” matrimonial, ya que eran, aparentemente, solteros o ex maridos huidos de la prisión hogareña, podían hablar todo el día de Rugby, Cricket, Football o de niñas, sin censura, ni control. En síntesis, el estado ideal del hombre.
Un año en que la “cosecha” de recursos para salir venia mal, un grupo decidió buscar alguna diversión en los lugares donde iban mujeres, de esas alegres y divertidas, y al no tener un mango para solventar la escapada, decidieron “buscar” contribuyentes, aún cuando no fueran voluntarios.
El plan era convencer a un “resident”, con sequía evidente al tratar de agenciarse niñas, que se “podía hacer algo” si ponía unos pesos para conseguirlas...
El british se comió el pescado pero, como no era tan gil y conocía a los personajes, les dijo que solo le entregaría el “paco” a la niña en cuestión.
La cosa se ponía peliaguda y para solucionarla se juntaron en el Memorial, también estaba en la planta baja, que era el lugar habitual de reunión previo a las diferentes tramoyas a realizar..
No conozco los detalles de la decisión, ni a los protagonistas (se mantienen los nombres en el mayor de los secretos), porque aun era un niñito que todavía tomaba el Toddy (el Nesquik de nuestra época) tempranito y quedaba “internado”¨en casa, no solo por decisión de la vieja, sino porque era una “ley” reglamentaria que se cumplía a rajatabla por medio del sheriff británico a cargo de la Gerencia.
Lo menciono nuevamente porque, para que el plan de “extracción” funcionará, el Gerente debía ser evitado, algo muy difícil ya que, también en el segundo piso, tenia un departamento y vivía con su mujer y su hijo, o sea que estaba las 24 horas del día (y de la noche, como diría algún amigo mío) en el Club.
Como  “cuando hay hambre no hay pan duro”, los muchachos se las ingeniaron y, antes de “retirarse” del Club a la caída del sol, dejaron una gran escalera escondida, para poder acceder a la habitación del gil importado y agenciarse la mosca..
El tema era conseguir una chica y, además, que aceptará llevar adelante la experiencia..
Quisiera ilustrar a los más jóvenes, para que se sitúen en ese tiempo, en el que tocar a una chica, con alguna intención de avance, podía resultar de penoso resultado y, en algunos casos, podía “proveernos” de un terrible galletazo por parte de la niña o de su padre..
La inventiva de uno de ellos fue brillante, consiguieron un vestido y una capelina (sombrero femenino de gran circunferencia, similar a los que han visto en la reciente boda principesca británica), para cubrir al personaje que se disfrazaría y pondría su mano para capturar el pago y rajar.
Llegó el momento, la obscuridad era total y, con gran sigilo, comenzaron con la trampa.
Todo iba bien hasta que, al llegar al tope de la escalera y tomar el dinero de manos del inglés, este le captura la mano y, en un rapto apasionado, intenta subir a la “belleza” hasta su cuarto..
La cosa estaba más negra que la noche, el ingles se “apasionaba” cada vez más y, por esa extraordinaria creatividad que te da el miedo, a uno del grupo se le ocurrió gritar “Viene Croucher, viene Croucher”, tal el nombre del gigantesco Gerente, el inglés residente arrugó y cerró la ventana, los muchachos rajaron y, por milagro divino, esa noche hubo joda...
Como verán, no todo se invento después de los 60, la creatividad nació con el primer hombre dispuesto a hacer una macana, si de joda se trata. Pero esa será otra historia...
Horatius

1 comentario:

Gabriel Kerbs dijo...

"gil importado" estalle de la risa!